HORNO HISTÓRICO EL ARGENTINO
"Un lugar para la alquimia"
- Villa Art
- La Cumbre, Córdoba, Argentina
- En pleno corazón de La Cumbre, alejado del ruido y el estrés; en una casona de estilo inglés de principio de siglo pasado, donde la sobriedad, elegancia y su fina decoración, se unen para dar paso a un hotel con personalidad propia, que lo invita a relajarse y disfrutar de un entorno natural, donde solo hay lugar para el placer y el relax. Dispone de un parque de 10.000 mts2, llano, igual que las instalaciones por dentro que están en una sola planta, lo cual hace del hotel un lugar cómodo para personas mayores y niños.
viernes, 17 de febrero de 2012
Qué visitar desde Villa Art?
miércoles, 8 de febrero de 2012
El Hechizo del "Valle de los Comechingones"
Texto: Rubén
D. Fernández Lisso
“En medio de
lo más alto de las Sierras Chicas, en el pinar de verdes oscuros y sombras, los
rayos de sol penetran con calidez. La brisa suave y fresca juega con las
plantas. Los pájaros y los insectos cantan a la vida. No hay ruidos de autos,
ni de fábricas. En realidad, no hay fábricas. No hay contaminación. El cielo es
tan celeste como puede ser.Ahí, donde vive la naturaleza, encontró su refugio
el escritor.”
Cuentan que
por ahí hubo canteras de mármoles y minas de oro. Los folletos de la época
recomendaban el lugar a turistas en busca de recreación o para el cansado
hombre de negocios en busca de reposo. Monseñor Pablo Cabrera, en su obra
Punilla: desde el Dique al Uritorco, habla de una pintura rupestre que los
autóctonos llamaban el letrero: Era un alero de piedra como de seis o más
metros de ancho y tres o cuatro de alto. De todo participaba: de mirador, de
adoratorio y de vivienda. Se destacaba en lo alto del acantilado o barranca del
río, extendiéndose de Este a Oeste.Había que subir por una escalinata de
granito, que ya en esa época, estaba desgastada por los siglos En el fondo de
la granítica mansión se desarrollaba una pictografía soberbia, interesante,
valiosísima. Representaba con todos sus pormenores, y hasta con detalles de
cierto sabor cómico, una corrida o boleo de avestruces y guanacos hechos por
los indios a través de la pampa de Oláen o Ayampitín. De tres colores habíase
servido: plomo, negro y rojo, la mano anónima que trazó la pictografía. Otro
detalle curioso: a falta de parejeros, servíanse de vicuñas o llamas, los
campeones.El relato casi mueve a las lágrimas cuando uno pregunta: ¿y dónde
está?
Francisco
Capdevila, historiador de la zona, se revulve en la silla y se frota las manos,
un poco inquieto: Parece que una explosión en las minas aledañas terminó con
todo. Todavía quedan en zona morteros comunales: son perforaciones en la roca
dura que los aborígenes usaban para moler el grano. También quedan restos de
lanzas de pesca, arcos y flechas, boleadoras. Cuentan que los autóctonos vivían
en zocavones de piedra, tanto naturales como esculpidos por ellos. Cuentan que
los hombres tenían barba. Y que los caciques junto a sus hijos, labraban la
tierra y sembraban el maíz plantando una a una las semillas. Igual que
cualquier hijo de vecino.Cuentan que eran pacíficos, que adoraban al sol y la
luna. Que aprendían el evangelio muy fácil. Que comían semillas de chañar y
algarroba, que pescaban, que cantaban, que bailaban. Vaya uno a saber. Ya no
están más. Igual que el letrero.Deploré entonces no haber aprendido a dibujar,
cuenta Monseñor Cabrera; y ello me sugirió la idea de regresar, en plazo más o
menos corto, a aquel paraje, para hacerme por medio del objetivo, del pincel o
lápiz, de un trasunto de el letrero. Más cuando me aprestaba años después, para
llevar a cabo esta resolución, supe de muy buena fuente que, o por efecto
quizás de una explosíon de dinamita en alguno de los yacimientos de oro y plata
(no sabría asegurarlo), explotados hasta hace poco a inmediaciones del alero, o
por algún movimiento sísmico producido, qué sé yo cuándo, en la región, el
monolito había rodado hecho pedazos al fondo de la arteria.
Uno no sabe
si deplorar más la inhabilidad, la lentitud o la desinteligencia ¿No podía ir
inmediatamente con alguien que supiera dibujar? ¿Pensó que duraría para
siempre? ¿No le importó tanto? Años después uno no puede más que acumular
preguntas. El letrero se esfumó junto con sus anónimos autores.Cuentan que
llegaron los primeros colonos y que construyeron hermosas mansiones. Dicen que eligieron
los lugares más bellos. Dicen que amaban el hilito de agua de vertiente que
pasaba dejando su melodía por el costado de la vivienda principal. Dicen que un
día el hilito de agua creció, se convirtió en una fuerza descomunal que arrasó
la vivienda y las vidas de los habitantes. Dicen que aprendieron dónde
construir. Y construyeron una cancha de golf. Los jugadores, entre tiro y tiro,
fueron juntando una por una las piedras, del sitio que hoy es un vergel
maravilloso. Y después llegó el dique. El más grande de sudamérica. Y las
sequías no se volvieron a repetir con la intensidad de antaño.El autor caminó
por estos pagos cuando los folletos ya eran impresos en máquinas offset a 4
colores. El escritor entre las sesiones a bordo de su máquina Woodstock,
derramó 14 libros en 14 años, construyó un lugar mágico de la cultura enclavado
en un lugar mágico de la naturaleza. El Paraíso, la casona colonial que habitó
desde 1969 pinta un Mujica Lainez atesorador de maravillas, sofisticado,
excéntrico, elegante. Su casona combina la magia, con el arte, los documentos
con lo esotérico.El Paraíso de Manucho atesora pinturas, esculturas,
manuscritos y objetos personales. Difícil definirlo mejor que Amelia Bence, que
un día le dedicó estas palabras: ¡BELLEZA! ¡BELLEZA! ¡BELLEZA! Es tu casa y
eres tú.
El cielo
celeste, los ríos y las vertientes, la brisa suave y el sol cálido, siguen
siendo los mismos. No hay fábricas. No hay canteras. No hay oro. No hay plata.
El tren dejó de pasar. Cuentan que el autor inuauguró el primer café concert
del lugar. Se llamó El pianito loco, donde entre otros actuó Bergara Leuman. Ya
no hay café concert.En La Cumbre, uno agradece haber recorrido los 94
kilómetros en dirección Nornoroeste desde Córdoba capital, haber probado los
exquisitos mil hojas de Dany Cheff o los generosos lomitos que sirven en El
Andén. Uno disfruta de seguir conectado al mundo en Planeta Tierra. Uno puede
gozar la maravillosa cancha de golf (18 hoyos, par 70), las cabalgatas noctunas
los días de luna llena o los perfectos terrenos para hacer mountain bike o
trakking. Uno puede hospedarse en hoteles hasta tres estrellas, en hosterías,
bungalows o cabañas de ensueño, en increíbles estancias. Ahí, uno puede ir a
tomar algo a ... (·), antes de terminar la noche bailando en Tobys, un clásico
del lugar.
Ahí, en la
casa de Mujica Lainez, hay manuscritos de Rubén Darío, Marcel Proust, Juan de
Garay, García Lorca, y muchos otros. Están el monóculo, la lapicera y el anillo
del escarabajo de lapislazul del autor, duermiendo una soberana siesta adentro
de una vitrina. Al lado, cerámicas precolombinas conversan con una piedra
tallada en China, que contiene vaya uno a saber qué maldición, por suerte ya
extinta. En tanto, bastones de monjes chinos se mezclan con santos de vestir
europeos que miran fijo pinturas de Soldi, Victorica y muchos otros. Ahí, una
página del manuscrito Juvenilia, de Miguel Cané convive con esculturas de
Fioravanti, Yrurtia, Zuhur. En El Paraíso de Manucho, Hermenegildo Sabat se
encuentra con Xul Solar, Borges con Tito Rivera y Ramón Columba con Victoria
Ocampo.El Paraíso de Mujica Láinez tiene mil historias que contar, mil
personajes para conocer.
Los folletos
de la era digital recomiendan el lugar para turistas en busca de recreación o
para el cansado hombre de negocios en busca de reposo. Medio año con sol
radiante, un cuarto nubladito. Dieciocho grados de promedio en todo el año. Un
clima top, super top para la salud, comenta un extrajero que eligió el lugar
para afincarse. Ahí viven cóndores y ágilas. Viven pájaros carpintero y
gorriones. Viven tordos y zorzales. Viven zorros y serpientes. Viven cuises y
perdices. La naturaleza llegó antes que nosotros y nos sobrevivirá. Ahí, el
atardecer lo tiñe todo de oro.Uno quiere pensar en algún depredador del arte
que guarda en un egoísta sitio el letrero. Que un día morirá un rico
coleccionista británico y en el subsuelo de su castillo, aparecerá el canto de
los comechingones. El intihuasi. Uno quiere pensar... Pero el ruido de la
naturaleza lo hunde a uno en el silencio. El autor, uno piensa, encontró su
refugio en el silencio.
El Castillo Mandl
Otrora: El
Fuerte
“Hacia
finales de la segunda guerra, testigos relatan que se llevaban a cabo
interesanes partidas de naipes en los jardines del castillo, interesantes, más
que por el juego en sí, por los personajes que participaban. Visto de lejos, se
diría que unas cuantas damas estaban reunidas a la mesa en ludica actividad,
visto más de cerca era evidente que dichas señoras tenían de señoras únicamente
la vestimenta...”
El Castillo
se encuentra rodeado de un magnífico paisaje, sobre la ladera de las sierras
que limitan La Cumbre por el Este, actualmente tiene unos 800 metros cubiertos
y el total de la propiedad son 17 hectáreas.
El hoy
conocido como Castillo Mandl, fue originalmente construido por el arquitecto
Emilio Maissonave a pedido del médico rosarino Bartolomé Vasallo, con el fin de
ser utilizado como residencia veraniega, en 1930. Por aquel entonces todos lo
llamaban "el Fuerte". Su estructura ostentaba torres,
contrafuertes, almenas, un cañón de utilería que custodiaba la entrada, y un
busto en tamaño natural de Edelmira Quintana, la mujer del médico. La historia
del lugar está colmada de leyendas.
El
arquitecto Emilio Maisonnave nació en Mar del Plata el 9 de mayo de 1906.
Realizo obras importantes, entre ellas, la sede central del Banco Provincial de
Santa Fe, en Rosario. En Buenos Aires, el edificio de Cerrito 760 (hoy sede del
tribunal de Justicia de la ciudad) junto con el arquitecto Juan B. Durand.
Vasallo quería un edificio colonial con torres y almenas, etc. Se sentía un señor feudal, comentaba Maisonnave. El y Ernesto Manzella (que había sido su compañero de estudios en la Facultad y con quien trabajaban juntos, como jóvenes arquitectos asociados con Durand) querían disuadir al medico famoso de las exigencias que imponía, pero Durand les decía a ellos: Llévenle el apunte que va a pagar bien.
Vasallo quería un edificio colonial con torres y almenas, etc. Se sentía un señor feudal, comentaba Maisonnave. El y Ernesto Manzella (que había sido su compañero de estudios en la Facultad y con quien trabajaban juntos, como jóvenes arquitectos asociados con Durand) querían disuadir al medico famoso de las exigencias que imponía, pero Durand les decía a ellos: Llévenle el apunte que va a pagar bien.
Además de
ser un cirujano de enorme fama y contracción al trabajo, que comenzaba a
trabajar a las 4 y media en verano y a las 5 y media en invierno, y que llegaba
a operar de cinco a seis enfermos por día, Vasallo era propietario de siete
estancias en Entre Ríos: El Sauce, La Unión, San Carlos, La Margarita, El
Triunfo, La Graciada y La Energía, consideradas modelo de explotación ganadera
y agrícola.
Vasallo daba
señales de su presencia en la morada, izando una bandera azul y acostumbraba
con su esposa a pasear a caballo por las calles de La Cumbre. Donó su castillo
a la Municipalidad pero, en 1942, el oneroso costo de mantenimiento hizo que el
municipio lo llevara a remate público. Si hasta entonces su particular
fisonomía lo había convertido en una atracción turística, su nuevo dueño, Fritz
Mandl, le sumaba los rasgos de su personalidad poco común para transformarlo en
centro de permanentes comentarios.
Sonia
Baraldi de Marsal, residente en Los Cocos, recuerda que siendo niña mas de una
vez fue con sus padres, el doctor Alberto Baraldi y Clemencia Casas
Duchesnois, a tomar el té al castillo del doctor Vasallo. Recuerda que entraba
en un hall en penumbra y había un busto de Edelmira Quitana, la esposa de
Vasallo, que le impresionaba mucho (me asustaba) porque le parecía toparse con
la dueña de casa. Había un foco que iluminaba directamente al busto, que estaba
sobre una columna y tenia una peluca colorada (el color de pelo de Edelmira),
pestañas postizas, etc. Era como una replica de sí misma: un día estaba con
tules morados, otro día, con una estola de visón... De repente aparecía ella a
saludar y Sonia veía a las dos, era como muy teatral. Edelmira cambiaba el
abrigo, los adornos, del busto y explicaba: Quiero ser todos los días distintos
para mi marido. Vasallo era bajo, solía estar vestido de oscuro, con cuello
duro, chaleco. Usaba pertinentes (anteojos sin patillas. Era zezioso. De
extracción social humilde, ganaba muchísimo dinero como cirujano que era. Se
concentraba en operaciones de apendicitis. Edelmira Quintana provenía de una
familia de abolengo. En mi familia tenemos mas brigadieres que los Alvear,
decía. Y Vasallo le comentaba a Maisonnave: mire en que cosas se viene a
preocupar mi mujer.
Mandl fue un
personaje novelesco que recorrió como protagonista buena parte del siglo 20.
En Austria heredó una fábrica de armas desde la que ayudó a pertrechar a la Alemania de Hitler, y la primera de sus cinco esposas fue una actriz vienesa que filmó el primer desnudo total de la historia del cine.
Una pelea personal con el ministro nazi Hermann Göring acabó con la expropiación de sus bienes en Europa, y a mediados de los años ’40 llegó como refugiado a la Argentina con su Rolls Royce, una corte de mantenidos y una tonelada de oro en lingotes.
Aquí abrió fábricas y empresas durante el peronismo, que debió cerrar cuando los norteamericanos lo hostigaron sospechándolo de nazi y, tras su muerte en Viena, en 1977, se desató una guerra por su herencia que tardó años en resolverse.
En Austria heredó una fábrica de armas desde la que ayudó a pertrechar a la Alemania de Hitler, y la primera de sus cinco esposas fue una actriz vienesa que filmó el primer desnudo total de la historia del cine.
Una pelea personal con el ministro nazi Hermann Göring acabó con la expropiación de sus bienes en Europa, y a mediados de los años ’40 llegó como refugiado a la Argentina con su Rolls Royce, una corte de mantenidos y una tonelada de oro en lingotes.
Aquí abrió fábricas y empresas durante el peronismo, que debió cerrar cuando los norteamericanos lo hostigaron sospechándolo de nazi y, tras su muerte en Viena, en 1977, se desató una guerra por su herencia que tardó años en resolverse.
En 1944 Lo
compró el aristócrata, fabricante de armas, austríaco Fritz Mandl, quién había
desembarcado en la Argentina buscando refugio de la peligrosa Europa.
Dueño de un
espíritu de vanguardia, Mandl llevo a cabo una remodelación plena de modernismo
para la época. Sus interiores tienen, el inconfundible sello del diseñador
francés Jean Michel Frank, cultor del minimalismo en el siglo XX, de Diego
Giacometti y mobiliario de la prestigiosa Casa Comte.
Así, fueron
eliminados los elementos que lo caracterizaban como una fortaleza más que como
una residencia, y se logró un estilo muy particular y de avanzada para los años
40. A partir de entonces lo visitaron numerosas personalidades europeas:
nobles, políticos y militares pasaron temporadas allí mientras su dueño
permaneció en el país.
El castillo
de La Cumbre fue el último escenario argentino en la vida de Fritz Mandl. Allí
vivió por temporadas con sus dos últimas esposas, allí guardaba su colección de
arte. Luego de su muerte en Viena durante 1977, el Castillo sirvió como
lugar de veraneo para Gloria, hija de Fritz, quién veraneaba con
su familia y amigos todos los años, posteriormente, según la versión
oficial, Alejandro Mandl, hijo de uno de los matrimonos de Fritz, quién
había partido a Europa, ofreció a su amigo Hugo Anzorreguy tomar a su cargo la
propiedad a cambio del mantenimiento y el pago de gastos y tasas.
Anzorreguy
lo hizo reparar, remodelar y reequipar, convirtiéndolo en el lugar de descanso
de su familia, y a la vez en sitio de peregrinaje de lo más granado del
menemismo (incluso el propio Carlos Menem) y hasta escenario de una memorable
despedida de año junto a jueces federales de la Capital.
En principio
quiso hacer del Castillo Mandl un spa. El proyecto quedó de lado, tal vez
porque su mujer se entusiasmó con la mansión o, tal vez, porque un spa era un
negocio poco recomendable para guardar secretos. Lo cierto es que los agentes
de la Side menemista pasaron sus bucólicas vacaciones mientras jugaban al golf.
Desde
diciembre de 2006, el castillo, con su parque de 11 hectáreas, se ha
transformado en una hostería de 15 habitaciones, en la que misteriosos
recuerdos aún flotan entre sus paredes de piedra y que ofrece a sus huéspedes
participar del encanto del lugar.
Fritz Mandl
Como ocurre
con personajes que rozan la leyenda, Fritz Mandl parece haberse escrito la
historia a su imagen y semejanza.
Inabarcable y difícil de clasificar, con una profesión rentable pero antipática como la de fabricante de armas, los americanos lo llamarían “agente nazi” y la Gestapo lo perseguiría por judío.
Inabarcable y difícil de clasificar, con una profesión rentable pero antipática como la de fabricante de armas, los americanos lo llamarían “agente nazi” y la Gestapo lo perseguiría por judío.
Esto último,
al menos, era medianamente cierto. Había nacido en Viena en 1900, de padre
judío y madre católica, y apenas cumplidos los 30 años se había hecho cargo de
la empresa familiar. Tenía talento y sentido de la oportunidad, y en la Europa
que se preparaba para la guerra el negocio comenzó a florecer.
Les vendió
armas a Francia y a Suecia, a Alemania que se rearmaba en secreto, a Hungría,
Polonia y Suiza, a Italia cuando invadió Etiopía (y a los etíopes para que se
defendieran), a los dos bandos durante la guerra civil española, y a Bolivia en
su guerra con Paraguay. Podía jactarse de algo: no era traficante sino
productor, y en sus fábricas de Hirtenberg, a 30 kilómetros de Viena,
trabajaban 25 mil obreros.
Por
entonces, Mandl lucía siempre un clavel rojo en la solapa, fumaba sólo cigarros
Havana y había comenzado a formar dos colecciones que lo mantendrían ocupado
hasta sus últimos años: los trajes a medida, de los que según la revista Time
llegaría a tener 278 en 1945, y las mujeres hermosas, que serían menos pero
también suficientes: cinco esposas y una interminable lista de amantes.
Su primer
matrimonio fue a los 21 años y le duró seis semanas; el segundo fue con Hedy
Lamarr, una actriz que lo enamoró desnuda desde la pantalla de un cine; el
tercero con Hertha Schneider; el cuarto con la argentina Gloria Vinelli, y el
último con Monika Brueckelmayer, quien había sido su secretaria.
Como
correspondía a alguien de su posición, Mandl era un hombre informado y a fines
de los años 30 vio con anticipación el cataclismo que amenazaba a Europa. Dos
días antes de que las tropas alemanas entraran en Viena, compró una villa en
Cap d’Antibes, sobre la Costa Azul, y se retiró a esperar allí lo que iba a
suceder. Tenía efectivo: un tiempo antes había convertido su fortuna personal
en valores depositados en Francia y en Suiza, y sólo en París había guardado 15
millones de francos.
Cuando los
nazis llegaron a Viena y tomaron su fábrica, empezó el litigio. Se dice que un
amigo italiano, Benito Mussolini, intercedió por él, y entonces llegaron a un
arreglo: a cambio de ceder el control operativo de su fábrica, Mandl recibió
170 mil libras esterlinas y 1.240.000 marcos alemanes, su padre fue liberado de
la custodia invasora, y las propiedades personales confiscadas le fueron
devueltas.
Entre estas
había muebles, una colección de arte y otra de pianos, y algunos Rolls Royce.
Uno de ellos era un modelo RR III landau de 1938, carrozado especialmente por
Vaden Plas, que apenas pudo recuperar embarcó hacia un puerto seguro.
Fritz Mandl
llegó a Buenos Aires en octubre de 1938. Además del Rolls venía con su padre,
su hermana Renée, su banquero privado (a quien había rescatado de un campo de
concentración), su amante Hertha Schneider y 700 toneladas de oro en lingotes
que iba a depositar en el Banco Central.
No era la
primera vez que estaba en la Argentina. Los primeros negocios en el país los
había hecho en 1927, vendiéndole herramientas de precisión a la fábrica Borges,
y 10 años más tarde había intentado –sin éxito– participar en las fábricas de
armas de Río Tercero y de Villa María. Como la operación no había resultado,
tuvo que diversificar la inversión: compró una arrocera en Entre Ríos, una
fábrica de bicicletas en la capital, una mina de carbón en Mendoza, campos en
todo el país, empresas en Uruguay y la cuarta parte de la Naviera Mihanovich.
En 1939, cuando ya llevaba un año yendo y viniendo desde Buenos Aires, regresó
de uno de sus viajes con un pasaporte diplomático que lo acreditaba como cónsul
general de Paraguay en Monte Carlo.
Para 1941,
las páginas de sociedad de los diarios se ocupaban frecuentemente de él. Vivía
en un piso sobre la avenida Alvear; ocasionalmente le pegaba a su mujer, que lo
denunciaba a la Policía; trataba de ser aceptado como socio en el Jockey Club,
donde siempre le ponían bolilla negra, y se trasladaba continuamente entre un
chalet que había comprado en Mar del Plata, una propiedad en la zona del Llao
Llao, sobre el Nahuel Huapi, y el castillo que tenía en La Cumbre, que había
hecho reformar para sacudirle el mal gusto de su dueño anterior.
En la
Argentina peronista de la posguerra, en fin, no soplaron buenos vientos para
Fritz Mandl.
Washington y
Londres sospechaban del país y de Perón, que habían sido tan tolerantes con
Adolf Hitler, y creyeron –o fingieron creer– que el austríaco era el cerebro de
la fuga de nazis y el testaferro de sus capitales expatriados. Parece más
cierto que no estaban dispuestos a tolerar que Mandl reiniciara su fabricación
de armas en esa Buenos Aires inestable y belicosa, y las presiones acabarían
con él, que terminaría regresando a Europa para remontar las fábricas que había
recuperado.
Los
recuerdos que hoy quedan de ese hombre en La Cumbre son borrosos, y lo pintan
andando a caballo por las sierras, llegando a misa vestido de blanco, montado
en un sulky, o recibiendo huéspedes con los que jugaba largas partidas de
bridge. “El castillo era la casa que más le gustaba a mi padre”, recuerda
Alejandro Mandl Vinelli, uno de los cinco hijos que tuvo con su exquisita
sucesión de mujeres.
Pese a eso,
Fritz Mandl dejó de ir allí hacia 1973 ó 1974, por miedo a que lo secuestrara
algún grupo guerrillero. Moriría en Viena sin volver a ver el castillo, en
1977, y sería enterrado en Hirtenberg, donde había empezado a amasar su
fortuna.
Capilla de San Roque
“A pocas
cuadras del centro de La Cumbre, sobre la calle Monseñor Pablo Cabrera, un
camino de cómodo acceso, se ubica la Capilla de San Roque”.
Se encuentra
al pie del Cristo Redentor y es la capilla más antigua y representativa de La Cumbre,
se distingue por la simpleza de su construcción y un entorno que invita a la
reflexión. Se estima que esta capilla se libró al culto en 1898.
Se pudo
atestiguar en los libros sacramentales que guarda el archivo del Arzobispado de
Córdoba en la sección del Curato de Punilla o Parroquia de Cosquín que se
hicieron inscripciones de bautismos, matrimonios y defunciones en el llamado
oratorio de Petrona de Olmos en los años 1880. Este oratorio, que fue el origen
de la capilla, venera la imagen de San Roque y conserva los restos de su
fundadora.
En sus
Antecedentes Históricos de la Cumbre, Ignacio Olmos escribe: "La imagen
del santo que se venera en la capilla y que todos los años sale en procesión
por las calles de La Cumbre, es una bellísima imagen de vestir, de madera
policromada, de mediana estatura y que, según una hipótesis del Lic. Alejandro
Moyano Aliaga, bien puede ser la misma que se veneraba en la capilla de la
estancia del Señor de San Roque enclavada al norte del Valle de Punilla, de
propiedad del Cap. Antonio de Cabanillas y Ampuero, cuya nieta Josefa de
Cabanillas y Amuchástegti y su esposo Estanislao Olmos y Aguilera serían los
bisabuelos de Petrona."
Con la
construcción de la Iglesia Nuestra Señora del Carmen, entre 1917 y 1920, la
capilla San Roque, pasa a un segundo plano. Recién en 1924, con la llegada de
sacerdotes de la Orden Benedictina, que ocupan el predio de San Roque, vuelve a
tener preponderancia en la vida comunitaria de La Cumbre.
En marzo de ese año se inauguró la , tal como lo había pedido Petrona Olmos, en su testamento que la curia abriese una escuela para atender a los niños de las sierras.
En marzo de ese año se inauguró la , tal como lo había pedido Petrona Olmos, en su testamento que la curia abriese una escuela para atender a los niños de las sierras.
Manuel
Tassano dice: "El primitivo culto a San Roque se le rendía en su
propia capilla existente allá, por el siglo XVII a corta distancia al Este de
la lujosa posesión de Buen Retiro, de cuya capilla hoy apenas se descubren sus
ruinas. Este culto debió ser muy generalizado especialmente en tiempos de
Antonio de Cabanillas el que habría dado a sus tierras el nombre de Señor de
San Roque. Le siguieron después en esa devoción las familias de José Manuel
Olmos y sus descendientes, uno de los cuales Petrona de Olmos le erigió la
actual capilla de los grandes nogales en la que se exhibe la imagen
tradicional."
San Roque
nació, según la tradición, en Montpellier en 1295 aproximadamente, Francia y
fue un peregrino que se desplazó a Roma. Recorrió Italia y se dedicó a curar a
todos los infectados de la peste y falleció en olor a santidad. Su vida la
tenemos que fechar con toda seguridad, a partir de la mitad del siglo XIV y su
muerte en 1327, lo más probable fue en Voghera, a pesar de la hipótesis de
Montpellier. Su devoción se extendió muy rápido a partir del siglo XV. Desde
Venecia se extendió el culto hacia el mundo germánico y a los Países Bajos. En
1477, en ocasión de otra epidemia de peste, se fundó en Venecia una cofradía
que bajo su honor se dedicó al hospedaje de enfermos de peste y que fue
conocida como Confraternità o Scuole di San Rocco. Dicha agrupación fomentó la
devoción al santo construyendo capillas y más centros de acogida por toda
Italia. Una de las iglesias más conocidas que están dedicadas a este santo está
en París, muy cerca del museo del Louvre, la hizo edificar Luis XIV en 1563.
Toda Europa e incluso América Latina están sembradas de templos que le fueron
dedicados.
Su santoral
es el 16 de agosto. Santo protector ante la peste y epidemias, su intervención
era solicitada por los habitantes de muchos pueblos y, ante la desaparición de
las mismas reconocían la intervención del Santo, por lo que se le nombraba
Santo patrón de la localidad.
El Cristo Redentor y el Vía Crucis
“Visible
desde las rutas de acceso, es la señal inequívoca de que ya estamos llegando a
La Cumbre.”
La escultura, encargada por el
párroco José Luis de Murueta y realizada por el arquitecto y escultor Luis
Ramacciotti fue inaugurada el 9 de julio de 1954 y está ubicada en la sierra
denominada de La Viarapa. La figura tiene aproximadamente 9 m de altura, con
una base de piedra y una estructura de hormigón armado, revestida en yeso.
Todos los materiales fueron subidos a lomo de mula, hasta el sitio de su
ubicación. A pocos metros de este monumento se encuentra una cruz, con que se
identificaba el lugar desde 1916.
Constituye
un paseo sumamente visitado por el turismo, pero además y principalmente es un
lugar de oración al que llegan los feligreses de diversos puntos del país.
El pie del
Cristo Redentor es el lugar donde se convocan cientos de fieles para realizar
el Vía Crucis con antorchas. Durante todos los viernes de la cuaresma se han
realizado vía crucis al Cristo Redentor en horas tempranas de la mañana donde
las personas se unen en oración y fe.
Desde lo
alto se aprecia una vista panorámica de la localidad que se extiende a sus pies
hasta el horizonte en direcciones Norte, Oeste y Sur.
El Ingreso
al complejo y el ascenso al Cristo es libre y gratuito. El recorrido tiene
aprox. 250 m en subida, se recomienda calzado cómodo. En los últimos tramos del
vía crucis el sendero tiene marcados desniveles. Transitar con precaución.
Cuando andes
por La Cumbre, no te pierdas de esta sencilla pero encantadora oportunidad de
subir al cerro y admirar esta bella obra y también el paisaje, es un paseo que
no te lleva mucho tiempo, ni demasiado esfuerzo.
La Cumbre hoy
Un lugar en el mundo
“Un
pueblo pequeño, un lugar en el corazón de todos los que alguna vez transitaron
sus calles y sus senderos serranos.
Un lugar
donde el ritmo de la vida no ha sido aún afectado por la velocidad y el stress
de las grandes ciudades.
La belleza
del paisaje y la tranquilidad de su entorno hacen de La Cumbre un lugar
ideal para una vida sencilla, en armonía con la naturaleza, una vida en la cual
el hombre encuentra la oportunidad de redescubrirse y dar un sentido diferente
a su pasaje por este mundo.
Con una
población local de gente amigable y sencilla, con los brazos siempre abiertos
para recibir al amigo con un corazón sincero, a este pueblo de encanto,
enclavado en la serranía cordobesa, a más de 1000 metros sobre el nivel del
mar, con un benigno y sumamente agradable clima templado, llegan las personas
de los más diversos orígenes buscando un descanso, un alto en el camino...
...un lugar
donde equilibrar el espíritu, un lugar para recuperar fuerzas, para encontrarse
a si mismo, para desarrollar aquella vocación del alma que en otros medios
había quedado postergada.
A este
pueblo también llegan personas buscando una opción alternativa para el tiempo
de vacaciones, tanto en invierno como en verano, La Cumbre brinda al
visitante una estadía plena de encanto y si lo quiere también aventura.
El paisaje
se transforma en invierno cuando la nieve bendice a la localidad, dando un
particular encanto al lugar.
Excursiones
por las sierras, campamento, hoteles de categoría, festivales folklóricos,
vuelos en globo aerostático, parapentes y alas delta, son solo algunas de las
opciones para el visitante.
Artesanos y
artistas de diversas ramas abren las puertas de sus talleres y de sus casas
recibiendo al visitante como se recibe a un amigo, mostrando aquello que tan
bien saben hacer, permitiéndonos así llevar de regreso una auténtica muestra de
la perseverancia y esfuerzo empeñados en el desarrollo de sus nobles artes;
mucho más que un simple recuerdo...
La Cumbre es una hermosa villa, surcada de
sinuosos caminos que permiten apreciar los agrestes contornos de la montaña
junto a la verde serenidad del Valle.
Posee una
variada gama de servicios de hotelería, gastronomía y entretenimiento. Su
magnífica cancha de golf, sus clubes y complejos deportivos, y la propia
naturaleza como escenario propicio para las mejores experiencias completan una
atrayente propuesta, junto a tradicionales eventos para todas las edades."
Ubicación: Norte del Departamento Punilla,
Pedanía Dolores, sobre una ladera de las Sierras Chicas llamada la Viarapa.
Distancias:
Córdoba: 94 Km.
Capital Federal: 807 Km.
Córdoba: 94 Km.
Capital Federal: 807 Km.
Altura sobre
el nivel del mar: 1.141 m.
Fiesta patronal: 16 de Julio- Virgen María - Nuestra Señora del Carmen.
Fiesta patronal: 16 de Julio- Virgen María - Nuestra Señora del Carmen.
Población
permanente estimada:7.801 Habitantes
Historia de La Cumbre
“No posee
una fecha de fundación. Se toma como fecha inicial del lugar el 30 de octubre
de 1.585, cuando el teniente gobernador de Córdoba, Juan de Burgos, entrega a
los hijos del capitn Bartolomé Jaime una porción de territorio en parte
coincidente con la actual población."
Reseña histórica:
Museo
Cacique Balata:
Ubicado en el predio de 25 de Mayo 376, en la zona céntrica de la ciudad. Comparte las instalaciones con la Biblioteca “Ruznack”.
El museo posee piezas y utencillos de cerámica, hueso y piedra de la cultura Comechingón. Conanas, morteros, puntas de flecha y otros instrumentos aborígenes. Posee además animales embalsamados, cueros, insectos, piedras, muestrario de frutos, etc., que formaron parte del habitat de estos aborígenes. También posee material de similares características, pertenecientes a otras culturas de aborígenes argentinos y latinoamericanos. De igual modo ofrece algunos elementos de uso en la época colonial.
En tiempos
de la llegada de los conquistadores por estas regiones, era jefe de las
provincias aborígenes con asiento en las zonas de San Ignacio, Buen Retiro y
Los Pencales, el Cacique Balata.
Según el
relato sucesorio y de reparto de tierras entre los colonizadores hispanos, los
parajes conocidos como "Hequexaques", "Lavaputos",
"Machapo" y "Pinabac" - en lengua indígena - dado que
"no eran sembradas por sus primigenios pobladores", fueron dados en
merced el 30 de octubre de 1585 por Juan de Burgos, teniente gobernador de
Córdoba, a los cinco hijos del capitán Bartolomé Jaime (Diego, Miguel, Alonso e
Isabel Gonzlez, y Marina Sánchez).
En fecha
posterior a 1619 - pero que no se ha podido corroborar con exactitud - el ya
presbítero Alonso Gonzalez Jaime vendió su parte al capitán Jerónimo de Quevedo
(1590-1668), quien formó en esas parcelas una estancia a la que llamó San
Jerónimo.
Luego, el
mismo capiátn adquirió con fecha 13 de agosto de 1633 algunas tierras vecinas,
anteriormente llamadas "San Francisco del Valle de Punilla", y que
antes de pasar por otros titulares, habían pertenecido a las hermanas Jaime.
Por su
parte, el capitán Miguel Gonzalez Jaime - el restante hijo del comandante
español - conservó en su poder el sector norte de la merced, donde levantó la estancia
"Nuestra Señora del Rosario", que más tarde pasó a denominarse
"Nuestra Señora de la Concepción", nombre que a partir de la segunda
mitad del siglo XVIII fue sustituido por el de "Nuestra Señora de los
Dolores".
Regresando a
la extensa propiedad de Jerónimo de Quevedo, debe mencionarse que, bajo su
administración, la explotación de la misma fue muy prspera, lo que quedaba
evidenciado en la importante cantidad de cabezas de ganado y de plantaciones de
frutales que poseía.
Paralelamente,
antes de 1642, encaró la construcción de una capilla, que para algunos sería la
"antigua" de San Roque, ubicada en los alrededores del Buen Retiro. A
su muerte, en 1668, el establecimiento de campo fue dividido en dos partes, la
del oriente (Potrero de San Jerónimo) pasó a manos de Juan de Quevedo, y la del
occidente (del bajo o Estancia San Jerónimo) a manos de Antonia del Quevedo,
quien estaba casada con el Capitn Luciano de Ceballos (1622-1687). Este último
había adquirido, por su parte, el 10 de abril de 1654 la antes nombrada
estancia de Nuestra Señora del Rosario.
De este
modo, nuevamente quedaba unida la totalidad de la antigua merced de 1585, al
ser propiedad del matrimonio compuesto por Antonia de Quevedo y Luciano de
Ceballos. Pero, una vez ms se dividiría al pasar una fracción de la misma a
disposición del hijo de esa unión, el Capitán Antonio de Ceballos (1646-1719).
Tiempo después esa área, denominada "San Jerónimo" fue entregada por
Ceballos en dote a su hija Ursula, al momento de casarse con Antonio de Garay.
A estos los
hered su hija María Josefa de Garay y Ceballos quien contrajo enlace con Diego
Bustos y Albornoz.
Luego, el
límite del arroyo fue la convención divisoria para la nueva sucesión practicada
por María Josefa Bustos (el centro de la propiedad) que después vendió a José
Zapata (1767), y Antonio Bustos (las tierras ubicadas al norte).
Esta última
posesión, con el nombre de "La Aguadita de San Jerónimo" pasó del
matrimonio entre María Lucía Bustos y Roque Olmos a su hijo José Manuel Olmos.
Posteriormente,
la estancia fue otorgada a la hija de José Manuel y Gregoria Olmos, Doña
Petrona Olmos, fundadora de la actual Capilla de San Roque (1898).
Ya hacia
fines del siglo XIX y principios del XX, se encuentran entre los grandes
propietarios de tierras en la zona, Gregoria Iglesias de Zapata (1886), el
Conde de la Casa de Orleans, Henry de Boucherville (1897), Juan Brooks Pea
(1900) y Roberto Runciman (1921).
De 1890 data
la primera escuela del lugar. En tanto, según el relato de algunos, para 1892
cuando pasa el ferrocarril, el pueblo ya tenía una incipiente formación. Al
respecto, debe aclararse que, La Cumbre debe su nombre presumiblemente a la
empresa que construía el ramal ferroviario Cosquín - Cruz del Eje, por ser el
punto más alto de su recorrido, y también actuar como divisorio de aguas de la
región.
La primera
municipalidad fue creada en 1916, en base a la ley 2.389, siendo su intendente
José Sanguinetti, quien tenía a su cargo el matadero del pueblo. Alrededor de
la década del 20 se produjo una importante instalación de familias inglesas,
que aportarán a la zona su porte señorial, manifestado en su arquitectura
europea, lo cual en cierta forma marcará un contraste con las genuinas
tradiciones criollas, presentes desde los tiempos inmemoriales en los dinámicos
establecimientos campestres que existieron en la región.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)