© Autor: Ignacio César Olmos.
Periodo
Hispánico en el Valle de Punilla Merced territorial de Jaimes
La entrada
de los españoles al Valle de la Punilla fue contemporánea a la fundación de
Córdoba, siendo sus ocupantes personas de gran notoriedad, participantes de la
con quista de Chile y Tucumán, por cuyos méritos y prerrogativas solicitaban u
obtenían mercedes territoriales que al pasar a sus dominios los hacían cultivar
por los indígenas, enajenándolas después o legándolas a su posteridad; “la
hayan y gocen ellos y sus herederos y sucesores”, rezan los documentos.
Monseñor Pable Cabrera nos dice que “no habían transcurrido tres lustros desde la fundación de Córdoba, cuando los hispanos habíanse instalado aquí”, a pesar de que no fue precisamente La Cumbre el sitial donde se asentaron los conquistadores.
Personajes de la talla de Bartolomé Jaime, Francisco Pérez de Aragón, Gabriel García de Frías, Antonio Pereyra, Juan de Mitre, Tristán de Tejeda y otros, serán los encomenderos: dueños y señores de grandes extensiones de tierra en el Valle de Punilla.
La Punilla
En el concepto de los conquistadores, la denominación Punilla, La
Punilla, Punía o Punita, correspondía a la gran
extensión de valle comprendido entre la Cuenca del Lago San Roque o Quisquisacate,
que en la lengua de los naturales quería decir “junta de los ríos”,
aludiendo sin duda a los dos ríos que allí se juntan para formar el río
Primero, y de éste al norte hasta el valle de Escoba o cañada de Pun Pun.Con el nombre de Punilla, que es el diminutivo de Puna, bautizaron los hispanos al valle citado, en virtud de recibir en esta zona los efectos del viento helado o viento blanco de la Puna, llamado en las alturas cordilleranas soroche o sorocho. En el valle punillense este viento se hace sentir con más intensidad en la Pampa de Olaén, Pampa de Cuchi Corral, Pampa El Potrerillo y Pampilla del Pedernal.
Ahora bien, por qué tuvo predominio el nombre de Punilla y no otro, como pudo ser Guanumba, Cami Cosquín, etc.?
Quizá por ser una región bastante considerable y ubicada geográficamente en el centro de una gran comarca, donde la celebridad del nombre fue adquirida por la venta de las mulas, las mulas de Punilla, es decir que en cierta forma se transmitió y se generalizó el uso del nombre “Punilla” a través del negocio de las mulas, tan importante en su época.
Las mulas de la Punilla fueron utilizadas para las labores de las minas de Potosí y con el tiempo pasaron a llamarse mulas tucumanas.
Estas mulas de la Punilla eran propiedad de D. Gabriel García de Frías, esposo de Doña Lucrecia de Villalba y propietario de la estancia La Punilla, en la Punilla de Aragón, lugar éste que fue antes y después de la llegada de los españoles, según Monseñor Cabrera, paso obligado de las caravanas indígenas procedentes de la región de Los Pencales, estas caravanas eran acaudilladas por el cacique Ancalán, sucesores de éste lo fueron Tamacat, Cachucharaba y Valata, quienes descendiendo hacia los bajos, hasta los algarrobales de Quilpo y, al estilo de las fiestas del Yastay y de la Pachamama practicadas por otros aborígenes del Tucumán, celebraban sus llantos, danzas y borracheras.
Encomiendas y otorgamientos de
tierras
Las mercedes territoriale
Una de las características principales de la política poblacional por parte
de las autoridades hispanas, fueron las encomiendas; consistía este sistema en
conceder a algunos conquistadores pueblos indígenas vacantes, junto con sus
indios y caciques.El 30 de octubre de 1585, cinco de los hijos del capitán Bartolomé Jaime, cofundador de Córdoba, se vieron favorecidos de una merced de tierras que “estaban vacas” y que los indios de la Punilla no las sembraban. De uno de los párrafos del documento se extrae lo siguiente: “Que las dichas tierras se llaman Hequexaques, y de otro pedaso de tierra que se llama Lavaputos y de otra quebrada que se llama Machapo, y de otra quebrada que se llama Pinabac, para que todos partiendo las dichas tierras por partes iguales, con que las quebradas no pasen de una legua, lo hayan y gocen de ellos y sus herederos y sucesores...”
Los cinco hijos del capitán Bartolomé Jaime, fueron los habidos en su segundo matrimonio con Dª. Luisa Martín del Arroyo, natural de San Miguel de Tucumán:
- Marina Sánchez, casada con Alonso de Ubeda, con sucesión.
- Miguel González Jaime, N. En 1576, c.c. Dª. María de Ludueña, con sucesión.
- Isabel González Jaime y Martín del Arroyo, casada en primeras nupcias con Francisco Gutiérrez de Castroverde y en segundas nupcias casó con el Cap. Pedro González Carriazo, con sucesión en este último matrimonio.
- Alonso González Jaime, presbítero.
- Diego González Jaime.
Estancia de San Gerónimo
La operación es posible que se realizará cerca de 1633 pues para ese año el
Cap. Quevedo compró las tierras llamadas “Hacienda de San
Francisco del Valle de la Punilla” al Cap. Alonso de Leiva y
Arévalo, quien las había adquirido en el mismo año al Cap. Lorenzo de Ludueña y
éste a su vez por compra efectuada al 3 y 4 de junio de 1619 a las hijas de
Bartolomé Jaime doña Isabel González y doña Marina Sánchez, quedando de esta
forma el capitán Quevedo como propietario de las tres cuartas partes de dichas
tierras.La cuarta parte quedó en poder del capitán Miguel González Jaime, quien formará la estancia llamada Ntra. Sra. Del Rosario, que al poco tiempo cambiará su nombre por el de Ntra. Sra. De la Concepción y en la segunda mitad del siglo XVIII por el de Ntra. Sra. De los Dolores.
El capitán Quevedo construyó allí su vivienda, corrales de ganado y huerta de frutales; para el año 1657 poseía 15.000 ovejas, 16 esclavos negros entre varones y hembras y 700 yeguas.
Para antes del año 1641 mandó edificar una capilla; es muy posible que haya sido la Capilla de San Roque ubicada muy cerca de la propiedad “Los Membrillos” en el Buen Retiro.
El capitán Gerónimo de Quevedo falleció en 1668 y la estancia se dividió en dos partes, la oriental llamada “Potrero de San Gerónimo”, que le correspondió a su hijo Juan de Quevedo, esposo de doña Lorenza Alfonso; y la occidental llamada “Estancia del Bajo”, le toco a otro de sus hijos Dª. Antonia de Quevedo y Jaime, esposa del capitán Luciano de Ceballos, y que la hubo recibido como promesa de dote por escritura del 8 de mayo de 1642.
Le sucede en la posesión de la estancia un hijo de estos últimos llamado Antonio de Ceballos y Quevedo (1646 – 1719) quien tuvo una fracción de esta estancia por compra en remate de fecha 25 de noviembre de 1697.
Cabe agregar que el Cap. Luciano de Ceballos (1622 – 1687) compró la estancia Ntra. Sra. Del Rosario el 10 de abril de 1654 a su dueño, en ese entonces el Gral. Don Juan Pacheco de Mendoza, quien a su vez le había adquirido a don Manuel de Saa y Herrera y su esposa Dª. Gregoria Ceballos; esta última la hubo por herencia del capitán Miguel González Jaime (nieto de Bartolomé), su primer marido.
El 16 de septiembre de 1706 el capitán Antonio de Ceballos y Quevedo entrega la estancia como parte de la dote a su hija Ursula de Ceballos y Almonacid, cuando casó en primeras nupcias con Antonio de Garay, propietario de la estancia San Antonio. Una hija de estos últimos, llamada María Josefa Garay y Ceballos, recibió como dote la mencionada estancia al contraer matrimonio con el capitán Diego Bustos de Albornoz. Doña María Josefa de Garay y Ceballos testó el 29 de octubre de 1752.
Subdivisiones de la estancia
Sus herederos dividieron la estancia en dos partes, teniendo como límite el
arroyo. El centro de la propiedad le correspondió a Dª. María Josefa Bustos y
Caldevilla, esposa de don José Ramón Ladrón de Guevara, quienes le vendieron el
10 de noviembre de 1767 al capitán José Felipe Zapata. La parte norte la
recibió el capitán Antonio Ventura Bustos y Garay, esposo de doña Francisca
Capdevila y Moyano.Sucedió en la posesión de la estancia uno de sus hijos, Dª. Lucia Bustos y Caldevilla, casada con don Jacinto Roque de Olmos y Cabanillas; a su vez le herencia quedó en manos de uno de sus hijos, don José Manuel Olmos y Bustos, casado con su prima hermana, Dª. Gregoria Olmos y Cabanillas, quienes fueron padres, entre otros hijos, de Dª. Petrona Olmos y Olmos, dueña de la estancia “La Aguadita de San Gerónimo” y fundadora de la Capilla de San Roque de La Cumbre.
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